El BlogCalendario
Categorías
ApúntateSindicación |
POPEYE
Me llamo Popeye, sin embargo no soy marinero, no tengo una novia llamada Olivia y ni siquiera he probado las espinacas.
En realidad, no tengo ningún parecido con el Popeye de los dibujos animados, ni en su aspecto exterior ni en su personalidad. Me llamo Popeye porque sí, sin ninguna otra razón especial, a no ser que tenía ya dos días en mi nueva casa y había sido llamado de unas seis maneras diferentes: “Sheep”, “Richelieu”, “Rochefort”, “Goliat”, etc. Era una situación que ya no podía soportar. ¡De pronto ser oveja, convertirme en todo un cardenal francés, luego ser un queso o un rudo personaje bíblico!. Yo creo que ni un camaleón puede ser capaz de cambiar de aspecto tanto y tan rápido. Al fin, fue Popeye. De haber podido dar una opinión con respecto a mi propio nombre, tal vez hubiera escogido “Sheep” (oveja), ya que realmente me parezco más a una pequeña ovejita blanca, suave e inquieta que a un enmohecido y maloliente queso francés. Soy un perro. Un pequeño perro poodle blanco. Llegué a mi nuevo hogar hace casi dos meses. Dos meses en los cuales no he hecho otra cosa que tratar de entender un poco la manera de ser de cada uno de los que viven conmigo. Bueno, debo confesar que también he hecho cosas no muy del agrado de todos, sobre todo si ha sido en las alfombras o la escalera. Es una casa bastante peculiar en cuanto a sus habitantes, aunque no pasa de ser cómoda o agradable en lo que se refiere a su arquitectura, sin embargo ¡cómo cuidan de que no la ensucie!. Aquí todos tienen la manía de la limpieza, y por eso no hacen más que decir (cuando no gritar): “!¡Popeye”, ahí no. Eso se hace en el jardín!”. Después me encierran en el dichoso jardín hasta que mis aullidos y pataditas a la puerta terminan por hacerme regresar a la libertad. Pero no. En e jardín me ensucié las patas de pantano y el piso detrás de mi queda como papel para imprimir huellas digitales. En seguida veo venir, papel en mano ( por vez segunda) a quien ha hecho los infelices descubrimientos. Pero éstos son detalles que suceden unas cuatro o cinco veces por día, razón por la que llega un momento en que se convierten en rutina y dejan de parecerme interesantes o dignos de contar. Elena Elena es quien más me gusta. Es la más parecida a mí. Es inquieta como yo y además pasa todo el día jugando conmigo. A veces cuando todavía está en la cama, me sube hasta ella y me aprieta contra sí, me arropa y me acaricia hasta que yo, medio ahogado, batallo por zafarme de las sábanas. Entonces puedo corretear por esa cama anchota que comparte con su mamá. ¡Si ella supiera que yo juego en su cama….! ¡Cómo me gusta Elena!, y ¡cuánto debe quererme para dejar que le muerda los dedos de las manos, de los pies, los pantalones y hasta la nariz!. Sin embargo, no todo puede ser felicidad. En la vida de los perros como en la de los hombres, también hay momentos en los cuales la desesperación y la angustia hacen su aparición. He aquí mi mayor desgracia: Elena se va de viaje y pasa fuera unos días, y cuando regresa y ya me estoy acostumbrando a tenerla todo el día junto a mí… ah, entonces… entonces se va de nuevo. ¿Será que le fastidio y se va para descansar un poco de mí?. Después de todo no me importa mucho: yo la quiero igual. Los Demás Entre “los demás” está Margarita. Ella es la hermana mayor de Elena y quien la sustituye cuando mi compañerita de travesuras se va de viaje. También con ella lo paso bien, aunque debo decir que me deja más libertad para hacer lo que quiero o que me presta menos atención. A veces se viste con una media oscura y comienza a moverse y dar vueltas de n lado a oro, ¡Y pretende que yo no le brinque por detrás mordiendo sus escondidos dedos de los pies!. ¡Eso es demasiado!. Es como pedirle a un perro hambriento que no toque un suculento hueso de cochino. ¿Y Margot?. Ella es quien más me regaña, pero yo sé que debajo de su coraza de dureza y severidad, se esconde un gran cariño hacia mí. Cuando regresa del trabajo me saluda con una voz muy melosa: ¿Cómo está el perrito más sucio y más feo de esta casa?”. Y acto seguido me carga y me mima. En las noches es ella quien me presta su dedo para que juegue a cambio de que yo le permita cepillar mis encrespados chicharroncitos. Pero después… “lluevo el agüita de la discordia”, sigue la persecución, la pela y el castigo. “¿Qué más vas a hacer?”. El “resto” me son más o menos indiferentes: la abuelita que me regaña cuando ladro emocionado, la Tía que no me toca por los microbios … Sé que tengo patas, cola, hocico, orejas, dientes, etc, etc,… pero ¿microbios?... ¡Eso sí que no!. Se me olvidaba Josefina. Ella me carga y me cuida cuando estoy solo. Además es quien me da la comida y uno que otro bocadito de más cuando voy por la cocina, así como el pedacito de chuleta que acabo de enterrar en el jardín. También viven Ofelia y santiago, pero mi trato con ellos se reduce a menearles mi pequeña colita de vez en cuando. Están siempre muy ocupados para estar conmigo. Las demás personas que conozco están catalogadas entre las visitas. Las Visitas ¡Cómo me gustan las visitas!. Son personas de todo tipo: jóvenes, viejas, altos como una torre o bajitos como yo mismo. Sin embargo, todos tienen una cosa en común: me convierten en su centro de atención. Cuando llegan las visitas es cuando me doy cuenta de lo orgullosos que se sienten todos de mí. Me hacen correr y ladrar, emiten ruidos raros especialmente para que yo voltee mi cabeza de un lado a otro como extrañado. ¡Cómo se ríen todos y qué feliz me siento!. Sí, señores, Popeye es un perro muy sociable. Mis Juguetes Sí. Popeye también tiene juguetes. ¿Cómo iba a no tenerlos?, ¿en qué iba a pasar mis ratos de ocio?. Tengo juguetes muy variados, son objetos de todo tipo. Podría clasificarlos en juguetes permitidos y juguetes prohibidos, los que por supuesto son mis preferidos. Mis juguetes permitidos son muchos: un tigre de felpa a quien le falta un ojo y un buen poco de su relleno porque yo me lo comí, una culebra de plástico, un elefante de goma, cajitas de cartón, piedras, palos, etc. Sin embargo, disfruto mil veces más cuando por un descuido puedo hacerme de cualquiera de los prohibidos. ¿ Pueden decirme si existe algo más divertido que un zapato?. Ah!. Cuando los veo colocaditos uno junto al otro al lado del closet o bien tirados de cualquier manera sobre la alfombra… entonces comienza la cacería. Primero veo que no me vayan a descubrir, luego me les acerco poco a poco para, finalmente, caerles encima mordiéndolos despiadado!. ¡Y qué rico sabe el cuero cuando se muerde!. Poco después me cazan con las patas en la masa y mi juguete se guarda en su correspondiente sitio de la zapatera. En el segundo lugar de los prohibidos están los flecos de las alfombras. Es divertido ver como se resisten a hacer lo que yo quiero cuando los muerdo y sacudo, pero tampoco entonces dura mucho la diversión. En seguida viene alguien diciendo: “Popeye, deja eso estás vuelto un azote!.” A veces incluso me atrevo a levantarle la voz e insiste de nuevo, pero entonces me cargas y me llevan lejos de ahí. Ellos dirán lo que quieran, pero al menos descuido de su parte, tendrán los zapatos en mi cesta de dormir o una alfombra bien despelucada. El Fantasma La casa es moderna. Ni por un momento tiene el aspecto de una de esas casas de los cuentos de terror. Es muy clara y abierta, con grandes puertas de vidrio que comunican con el jardín. Pero ¡ay!. De todos modos hay fantasmas. Es un fantasma muy peculiar. No lanza aullidos ni arrastra cadenas. Se limita a hacer exactamente lo mismo que yo, aparece igualmente de día que de noche, cuando estoy solo y cuando estoy acompañado; pero si está alguien conmigo soy capaz incluso e atacarlo. La primera vez que lo vi estaba en la sala y era de noche. La luz estaba encendida y yo jugaba con los flequitos de la alfombra. De pronto, levanté la cabeza y vi en el jardín a un “algo” peludo que como yo mordía una alfombra, que como yo se paró y lanzó un gruñido desafiante y se acercó más a mí cuando yo fui hasta él. Sin embargo, cuando estuve bien cerca y mi caricia tocó el vidrio de la puerta, el muy cobarde desapareció. Otras veces aparece de día, cuando juego en el jardín, pro entonces está él adentro y yo afuera. También, es muy cobarde, porque cuando me acerco desaparece. ¡Menos mal que hoy llega Elena!. Así cuando esté solo con ella voy a contarle acerca del temible fantasma, de la taza que rompí, del miedo que tuve el día que todos salieron y lo feliz que me siento por tenerla otra vez junto a mí. 1971 ó 72 ? |